Hay que morir entre encorsetados versos
para demostrar que se es poeta
y luego de hacerlo, da igual
si te salen torcidas las letras.
Hay que ser la más puta y la más borracha
para percibir el sufrimiento que no se calza,
vocalizando lo que piensa la lengua caliente
que se da por entendido que sale del alma.
Hay que poner el culo a los conocedores
para que puedan valorar nuestro buen hacer,
porque el gusto de los lectores no es válido
ni suficiente para la cultura de alto nivel.
Pero a pesar de particularidades de cada ente
los poetas somos trajes de tejidos complejos,
somos corpiños de encaje y satén
somos sin ropa, desnuda la piel.
Los poetas somos las personas que no tenemos miedo
de abrir nuestras ventanas de par en par
y gritar, y gritar nuestros pensamientos al mundo
para que se sepa que lo que vemos es injusto,
para bordar nuestras señales en los pañuelos
que secarán el sudor a los luchadores del futuro.
La poesía es arma y azada,
es la fuerza que saca una madre cada mañana,
es el coraje de un pueblo oprimido
que canta por un futuro ahora imposible
y que avanza con garra a cada paso en el camino.
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