14 de septiembre de 2010

LO ETERNO...


Con un cuchillo tambaleante en su mano
pero sin ninguna expresión en su rostro
me dijo que ya pertenecía a su pasado
toda la palabrería que un día me susurro.

Sentí chocar el acero en mis costillas
y la presión ejercida hasta mi interior,
entre un charco de sangre se me iba la vida,
agarró mi pie y me arrastró por el oscuro callejón.

Allí mismo se estaba apagando el fuego
que durante mucho tiempo prolongó mi felicidad
se hizo realidad lo que más temía
y en aquel preciso instante dejé de respirar.

La ilusión de una historia perfecta hizo
que no viese mi desesperante final
desde aquella tarde sumida en llantos
concluí que lo eterno jamás existirá.

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